¡Salve, Hermano Lobo! Perdido en el desierto saciaste tu apetito. Una vez más, contento. Y vuelves con la panza y el hocico satisfechos; no hay nada que te aleje del instinto, lobo viejo. ¡Salve, Hermano Lobo! Te espera la manada, podrás contarnos todo, o no decirnos nada. Acaso la inocencia de tus patas lastimadas disculpe tus bravatas y te ponga en paz el alma. Hermano Lobo, ¿quién puede decir cuál es tu piel?, si vistes de cordero y lo haces bien. Que dulce tu mirada y que sensual tu condición; la abuela en el armario y tú al colchón. No esperes que te crea, trolerón. ¡Salve, Hermano Lobo! De Washington a Rusia proclamas, a tu modo, tu dignidad, tu astucia. Fue dura la pelea contra el oso carnicero; venciste, aunque pasaran otra vez sobre el conejo. Hermano Lobo, ¿quién (etc.)