Yo no quiero que nadie a mi me diga Que de tu dulce vida Vos ya me has arrancado Mi corazón, una mentira pide Para esperar tu imposible llamado Yo no quiero que nadie se imagine Como es de amarga y honda mi eterna soledad Pasan las horas y el minutero muele La pesadilla de su lento tic tac En la doliente sombra de mi cuarto al esperar Sus pasos que quizás no volverán A veces me parece que ellos detienen su andar Sin atreverse luego a entrar Pero no hay nadie y ella no viene Es un fantasma que crea mi ilusión Y que al desvanecerse va dejando su visión Cenizas en mi corazón En la plateada esfera del reloj Las horas que agonizan se niegan a pasar Hay un desfile de extrañas figuras Que me contemplan con burlón mirar Es una caravana interminable Que se hunde en el olvido con su mueca espectral Se va con ella su boca que era mía Solo me queda la angustia de mi mal En la doliente sombra . . . . . . .