Intro: Inundaba la cocina, un olor a pan casero, tres platos sobre la mesa invitaban a almorzar, y dos manos laboriosas, emblanquecidas de harina, trajinaban diligentes en el seno del hogar. Llego el hombre desde el campo con media jornada a cuestas, saludo a su compañera enamoro su ademán, y al buscar su frente hermosa del hijo que tanto amaba, el beso que le ofrecía se le quedo en un afán. Porque el niño de diez años, que era un canto de alegría, como flor de buenas noches con su blanco delantal, con un velo de tristeza empañando su pupila, torno y esquivo su cabeza cuando el lo quiso bezar. Quedo el hombre sorprendido, ante el hecho inesperado, y buscando una respuesta con un gesto paternal, olvidando su cansancio, lo sentó sobre su falda, e inquiriole dulcemente la causa de su pesar. Entonces el niño bueno, que siempre fue su esperanza, su desvelo, su fatiga, el sol de su despertar, respondió con voz quebrada, casi al borde del sollozo, en la escuela me dijeron que bos no sos mi papá. Musica Una ronda de silencio, giro en torno de la mesa, un padre busca palabras difíciles de encontrar, y una madre en la cocina, aviva la leña verde, como culpando al humo que la está haciendo llorar. Después de un hondo mutismo, frente al niño compungido, dijo el hombre emocionado pero con firme expresar, te voy a contar un cuento que nunca conté en tu cuna, porque este cuento hijo mio es un cuento de verdad. Hace ya mas de diez años al llegar la primavera, el amor te hizo semilla en el vientre de mamá, que amaba a un muchacho pobre el mejor de mis amigos, pero honrado en su pobreza y bueno como el que mas. Esperando tu llegada hicieron yunta enseguida, al abrigo de un ranchito como nido de torcaza, aunque escaseaba el trabajo a fuerza de changa y besos, le hicieron frente a la vida con la fe que es capaz. El tiempo siguió su marcha y fue gastando las lunas, ya estaba tu sabia nueva de la vida en el umbral, cuando a la humilde morada que cubijaba sus sueños, la entro a cercar la miseria con su triste realidad. No tenia tu pobre madre ni un pedazo de pan duro, que alimente sus pezones cuando quisieras mamar, un trasto desvencijado, te habría de servir de cuna, y un poncho deshilachado, seria tu soñado ajuar. Entonces el mozo bueno, como ultima esperanza, salio a reclamarle al mundo la justicia y la igualdad, un trabajo que lo honrara, como padre y como hombre, para poder criar al hijo con orgullo y dignidad. Golpeo al dada sin respuesta, en las mas ricas estancias, pidió arreo a los señores, que acuñan un dineral. y a las puertas del gobierno les golpeo de cedro lustroso, sin hallar quien lo cuartiara en su cansado bregar. Entonces desesperado, una tarde desgraciada, al pagador de una estancia que embosco en un fachinal. le arrebato los salarios y al resistirse el viajero, el facón del infortunio lo convirtió en criminal. Con su acallado delito, llegó esa noche a la casa, con las maletas cargadas de ropita sin usar. y en el hueco de sus manos como un sagrado tesoro, para el hambre de tu madre la procidencia del pan. Por el hecho, la justicia tomo carta en el caso, y justo a la madrugada que el mundo te vio llegar. como a un tigre acorralado defendiendo su guarida, lo mató la policía al no quererse entregar. Yo lo tuve entre mis brazos casi cuando agonizaba, y en su último suspiro me pidió en su balbucear, que para salvar tu honra me casara con tu madre, y que te criara como a un hijo sin decirte la verdad. Con tu madre desdichada cumplimos el juramento, y desde entonces este rancho es de los tres el hogar, donde vas creciendo fuerte al amparo de mis brazos, y mi nombre y mi apellido es mi mayor capital. Alzo el niño la cabeza después de escuchar el cuento y abrazandolo con fuerza que sus diez años le dan grito lleno de alegría no llores mas mamita, en la escuela no sabían que yo tuve dos papas.