Viajando para Entre Ríos, de esto ya hace muchos años, Me contaron una historia que jamás pude olvidar. Que da vueltas por mi mente, que me tiene preocupado y ojalá que en estos versos, yo se los pueda contar. Me hablaron de un hombre bueno, de un señor adinerado, Empresario de alto rango y de mucha honestidad, que vivía en cantry privado en casa de varios pisos y se codeaba con gente de la alta sociedad. Tenía un hijo pequeño, que era de nombre Alfredito Una mujer linda y buena, muy coqueta y muy cordial, Vivía con él su padre, del cual él había heredado, Buen nombre, buen apellido y parte del capital. Todo era páz y armonía, un ejemplo de familia Y hasta los mismos vecinos los solían envidiar, Y en el parque de la casa se veía habitualmente Al abuelo con el nieto, dele jugar y jugar. Pero el tiempo que no para, y que muestra a las personas mostraron que el hombre bueno cambio el modo de pensar, Y en la mesa de su casa comentaba diariamente, que su padre, entrado en años les empezaba a molestar. Que está muy envejecido, que anda arrastrando los pieces Que a la hora de sentarse elige el mejor sillón, Que hay que cocinarle aparte prepararle los remedios Y que cuando llega gente, quiere llamar la atención. Hay que llevarlo al asilo, estará bien atendido, Y la gente que allí trabaja, tiene mucha seriedad Alfredito que escuchaba pensaba pa sus adentros Me quedaré sin abuelo, que ingrata es la sociedad. Llegó el día de la mudanza, y en una chata importada A las pilchas de su padre junto a su mujer cargó, Pero al revisar las cosas por si algo le faltaba, Se dio cuenta que en la pieza, la frazada se olvidó. Alfredito andá corriendo, y tráele la frazada Que es útil, y necesaria pa la gente de su edad, Y Alfredito lagrimeando, fue a cumplir con el mandado Pero en sus pequeñas manos, solo trajo la mitad. Decime por qué rompiste la frazada del abuelo!!! A esas cosas en la vida siempre las castiga Dios!, NO papito! No la he roto!, solo la partí en el medio La otra mitad la he dejado, pa cuando te lleve a vos!