Cuando era chico vivía en el campo de abuelos casi italianos. Primas y primos de nueve hermanos, vacas, perros y caballos. Y de los campos vecinos venían con sus familias a visitarnos. Dos veces al año se hacían carneadas y de a cinco chanchos mataban. Cómo gritaban los pobres colgados, era la comida del año. Un acordeonista y un baterista, pasodoble, tarantela, ranchera y vals. Ay, ay, cómo se armaba tanta fiesta en un fin de semana. Ay, ay, cómo se mezclaban tías, primas, hijos, hermanos y cuñadas. Asado y vino, cartas y tabas y de día la luz del sol. Panes al horno a las seis de la tarde y después a la luz del farol. Cuando venía la noche era más lindo por lo que aguardaba la oscuridad. Ay, ay cómo se armaba tanta fiesta en un fin de semana. Ay, ay cómo se mezclaban tías, primas, hijos, hermanos y cuñadas. Cuatro olivos, veinte mandarinos tres palmeras, paraísos y eucaliptus. Trigales altos, maizales y alfalfa, siempre se buscaba a alguien que no estaba. La bagna cauda y canzonetas italianas a tres voces altas, medias y bajas. Ay, ay cómo se armaba tanta fiesta en un fin de semana. Ay, ay cómo se mezclaban tías, primas, hijos, hermanos y cuñadas. Cómo extraño esa vida del campo y a una prima que la llevo acá...