Eran ciento veintitrés en la cueva de San Andrés. Caminaban al revés, con la cabeza en los pies. Empujaban la pared hasta desaparecer. Se subieron a la luz y ahora caen con la lluvia. Son ángeles errantes, voces que crujen al amanecer. Juegan a ser canciones. Juegan a ser feroces. Y en la sombra crecen. Andan solos en su ley. Hacen trampa si los ves. S son criaturas del azar, aparecen y se van. Sí se cansan de perder ríen hasta comprender. Sí parece que se van, es que vuelven a empezar. Y en la sombra crecen. Solo Eran ciento veintitrés en la cueva de San Andrés. Caminaban al revés, con la cabeza en los pies. Son ángeles errantes, voces que crujen al amanecer. Juegan a ser canciones. Juegan a ser feroces. Y no cruzan los dedos