A adoré, como a virgen, como a diosa la adoré. A A iglesia de mi brazo A llevé, ante Dios con fe y amor. Blanco fue, la llevé, como Dios manda, ante el altar. Prometió que me amaría hasta morir, pero un día se marchó. Una mujer, buena y sencilla, se cruzó por mi camino; y, aunque le llamen “la otra”, está unida a mi destino. Aunque no vistió de blanco, ni le sonaron campanas; ella me ama, si jurara ante un altar. Ella sufre mis quebrantos, comparte mis alegrías; y, aunque le llamen “la otra”, no me importa: solo es mía. Aunque no vistió de blanco, ni le sonaron campanas; ella me ama, si jurara ante un altar. HABLADO: ¡Cómo me pagas, pecosa! Después que te adoré como a una santa y, como a diosa, a la iglesia te llevé. Después que complací todos tus caprichos, hoy me abandonas así, infiel… (se repite toda la canción)

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