Yo soñaba, el cantaba. Que lo incierto no se puede disolver. Mientras tanto el viento calla lo que el alma ya no quiere sostener. Y en las estrellas suena el festival, el tiempo al tiempo no le debe más. Siento, huelo, escucho sangre sobre el mar. Yo corría, él pensaba. Que el silencio va cobrando identidad. Cuando el sismo se ha rendido yo despierto y descubro mi forma de dar. Y por las noches vibra la ciudad. Sobre mis duelos ya no quiero hablar. Y cuando me canse de caminar, veré si valió la pena levantarse, para repetir.