Puede que tú no creas en las alturas, en un Dios poderoso, ni en santos ni en los curas, tú, puede que tú no creas en mandamientos, sagradas escrituras, tampoco en evangelios. Pero dime tú qué sientes con esa aurora de cada mañana, con la luz de los atardeceres paseando a orillas de una playa, con esa paz que se queda contigo cuando ayudaste a quien te lo pidiera, o el abrazo puro de un amigo que de una pena amarga te consuela. En eso búscalo y no con barbas largas sobre nubes blancas, que allí no esta Dios. Dios vive en los ojitos de un niño que sonríe y en la mujer que dijo: te daré mil besos si tú me lo pides, y vive en los olores de la lluvia primera, y vive en los colores de todas las flores de la primavera. Y está, si quieres encontrarlo búscalo en tu madre y en lo que te quiso, en los mimos que te dio al cuidarte está la llave, la llave del paraíso.