Lucía de joven tenía, tenía una vida corriente y ahora la ves escondida debajo de un puente. El mismo que cruza Lucía, la niña del barrio de enfrente que sólo le pide a la vida un poquito de suerte. La suerte que tuvo Lucía no se parecía a ninguna otra suerte, Lucía muere cada día, al pasar la gente. Que sola la vieja vivía, sabiéndose tan diferente de aquella pequeña chiquilla de paso impaciente que todas las tardes veía volver a una casa decente, le espera una cena sencilla y un baño caliente. El agua que baña a Lucía es el agua fría que tiene la fuente. Acaso esta noche se bañe en algún aguardiente. Lucía de joven tenía, tenía una vida coreinte. ¿Quién sabe porqué en su agonía se aferra al presente? Sentada entre cajas vacías, la pena se arruga en la frente, los labios murmuran poesías de forma incoherente. Han ido pasado los días, la pobre Lucía ha perdido su mente y sueña con la fantasía del que vive ausente. Y mientras que al nacer el día la niña Lucía es la bella durmiente, la bruja es la vieja que vive debajo del puente. Y mientras que al nacer el día la niña Lucía es la bella durmiente, la bruja es la vieja que vive debajo del puente.